Mi tristeza firmó un contrato
con las palabras más funestas,
plasmando en el papel respuestas
que harían suicidarse al más sensato.
Conatos de vida me representan
desde mi primer suspiro,
porque teniendo la felicidad a tiro
siempre acaba muerta.
Para qué quiero ser elocuente
en cada uno de mis poemas,
si ninguno entenderá la pena
que me quema lentamente.
Eufemismos a un lado,
pues soy defensor del feísmo
que provoca escribir desangrado
con la sangre de uno mismo.
Fui carne de cañón a lo sumo,
no más que huesos para incontables,
y terminé siendo solo humo
de incendios inexorables.
Cuántas veces sale el sol,
pero qué poco lo vemos
los que inmersos en un nubarrón
siempre estaremos.
Cuando alguien tiña mis días grises
mis agradecimientos serán eternos
por lograr hacer que divise
algo más acogedor este infierno.
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