domingo, 27 de noviembre de 2016

Queridos compañeros.

La gente corriente me da calambre,
las pocas diferentes me dan la vida
hasta saciar con sonrisas mi hambre.

Quiero dedicarles algunas palabras,
vendar sus heridas solo con poesía
para que estas nunca más reabran.

Anhelo darles un beso a los lejanos,
que se acuerdan de mí al leer versos
y aún me esperan cualquier verano.

Me irrita no recordar a los cercanos
el desmedido cariño que les profeso
en este universo colmado de villanos.

En pájaros nos convertiremos pronto
cuando dejemos de estar enjaulados
y volemos sobre desmesurados pontos.

Mientras tanto esquivemos disparos
de esos que fusilan a la esperanza
sobre la ciudad del cielo entreclaro.

No quiero gente corriente en mi vida
deseo gente que sonría sin paraguas
bajo la lluvia en cualquier avenida.

Que pierda el metro por un pálpito
sin importarle siquiera la espera
o la dirección que manda el hálito.

Me gustan sin hábitos, gente loca
la que piensa, observa y llora,
la que ama callada y se equivoca.

Estimo ese sentimiento recíproco
y sencillamente por ser quien soy
os tengo sobre una peana unívocos.

Dejé de meditar a quien quiero más
para limitarme a regalar el tiempo
que tengo, valioso, y que no volverá.

Con ustedes, queridos compañeros
no cuenta el dinero, ni el interés,
 solo el querer con amor verdadero.


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