martes, 19 de abril de 2016

Inmersos en un nubarrón.

Mi tristeza firmó un contrato
con las palabras más funestas,
plasmando en el papel respuestas
que harían suicidarse al más sensato.

Conatos de vida me representan
desde mi primer suspiro,
porque teniendo la felicidad a tiro
siempre acaba muerta.

Para qué quiero ser elocuente
en cada uno de mis poemas,
si ninguno entenderá la pena
que me quema lentamente.

Eufemismos a un lado,
pues soy defensor del feísmo
que provoca escribir desangrado
con la sangre de uno mismo.

Fui carne de cañón a lo sumo,
no más que huesos para incontables,
y terminé siendo solo humo
de incendios inexorables.

Cuántas veces sale el sol,
pero qué poco lo vemos
los que inmersos en un nubarrón
siempre estaremos.

Cuando alguien tiña mis días grises
mis agradecimientos serán eternos
por lograr hacer que divise
algo más acogedor este infierno.


domingo, 17 de abril de 2016

Quiéreme.

Quiéreme
cuando te regalo el cielo;
pero quiéreme
cuando este se me cae encima.

Quiéreme
en la claridad de la noche;
pero quiéreme
en la oscuridad del día.

Quiéreme
con cada una de mis sonrisas;
pero quiéreme
con lágrimas que caen sin avisar.

Quiéreme
más allá de lo ético;
pero quiéreme
con cada uno de mis defectos.

Quiéreme
con todo el tiempo del mundo;
pero quiéreme
cuando solo me queden segundos.

Quiéreme
como nunca has querido a nadie;
pero quiéreme
sabiendo que yo ya amé a alguien.

Quiéreme
como Neruda quiso a la poesía;
pero quiéreme
cuando la mía sea suicida.

Quiéreme
cuando los pájaros trinan;
pero quiéreme
aún más, si dejan de trinar.

Quiéreme
cuando anhelo tu compañía;
pero quiéreme
cuando añoro a la soledad.


domingo, 3 de abril de 2016

Hiel.

De qué me valen las primaveras
si solo quedan espinas en cada rosal,
ya que tiré las flores a la hoguera
a expensas de volverme inmortal.

Qué tan dramático
fue morir por amor
para un joven escritor
que lo convirtió en hábito.

Si cada pálpito de mi corazón
acabó cada noche en taquicardia,
y todo resquicio de ilusión
en decepciones diarias.

Desperdicié mi talento
en musas fariseas
que me dieron ideas
sobre futuros inciertos.

Cuántas veces estuve muerto
y cuántas otras resucité;
antes de morirme de sed
bebo las dunas de este desierto.

En oasis trémulos
a la soledad divisé
anteponiendo el café
a caminar sonámbulo.

Abrir los ojos
supone ver
que el tiempo nos despojó
no de amor, sino de hiel.