Quién fuese libro
para rozar tus manos
y convertir mis amargos domingos
en los más dulces sábados.
Ser tu pareja en esta obra de teatro
y bailar contigo hasta perder los zapatos.
Pasadas las doce y pasada la noche
ser quien mejor te conoce.
Sentir el vértigo de la aurora
ver cómo se apagan las farolas
y pasarme horas recitando odas
mientras tú la guitarra tocas.
Llenar este conticinio
con el vicio a tus susurros
y hacer sempiterno
lo que es efímero.
Ser el verdugo
de tus miedos
y hacer que Dios
te envidie.
Por poner el cielo
a tus pies
y ser la sombra del ciprés
de Miguel Delibes.
A la cual deberá enfrentarse
todo el que quiera herirte.
Y no hay dolor que implique
no hacerte inmarcesible.
Si tu voz evanescente
se pierde en el aire
y yo perdí el norte
nos encontraremos en el baile.
Volveremos al principio
pero sin desenlaces
para ser los que dancen
al borde del precipicio.
Propicios a caernos
en pequeños resquicios
congelamos el tiempo
en el invierno más frío.
Si tu voz evanescente
se pierde en el aire
y yo perdí el norte
nos encontraremos en el baile.
Volveremos al principio
pero sin desenlaces
para ser los que dancen
al borde del precipicio.
Propicios a caernos
en pequeños resquicios
congelamos el tiempo
en el invierno más frío.