jueves, 17 de diciembre de 2015

Ya no llueve a cántaros.

Y... de repente... me curaste.
No sé cuándo ni cómo
ni dónde escondes
esa virtud de oro.

Si un corazón roto
puede ser reparado
estoy preparado
para otro día de luto.

Pero no para no estar juntos;
prefiero un segundo a tu lado
que aprender a estar preparado
para pasar sin ti el resto de minutos.

''¿Qué sería de mí?'',
entonces me pregunto.
Pero no me preocupo
porque mi opción sería morir.

Mi mayor desasosiego
es no tenerte aquí
y también el miedo
a que te puedas ir.

Si por cada palo que recibí
te construyo un palacio
al lado de París,
al menos acaba con mi vacío.

Mata mi vértigo
para volar contigo,
y que este firmamento
no sea solo para pájaros.

Desde que estás conmigo
ya no llueve a cántaros
y soy amigo
de los días soleados.


No hay comentarios:

Publicar un comentario