jueves, 19 de marzo de 2015

Amor y odio.

Cristales empapados por el vaho,
que sale por los labios de quien
intenta verse reflejado.
Solo ve la lluvia caer,
quizá no tiene alma,
o se ha ido para siempre.
Ha muerto su líbido,
y olvidó cómo hacer
el amor al recuerdo.
No vuelven esos momentos
felices de hace cinco años.
Entre multitud de extraños,
que hacen el vacío, vive.
Con intención de irse,
ni él sabe dónde.
Se refugia en su escondite,
único sitio habitable, su mente.
Se repite, que ahí es libre.
Lo que no sabe, es que se hunde.
Solo mugre; ya no habla con su madre.
Evadirse, solo con música triste,
sacia más la sed, que contar penas
a multitudes invisibles.
Trasfondo poco, pues ya se ve
que ha tocado fondo.
Quisiera tener un arma para desenfundarla,
y fundirse los sesos con ese fusil.
Símil entre amor y odio,
a esa mente incansable,
que cierra puertas por abrir,
y tira las llaves.

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