sábado, 6 de febrero de 2016

Con odio te quería.

Tanto escribir
y lo que me callo.
Lo que está por salir,
pues solo expongo lo que subrayo.

Mandaré a tomar viento
a quien encienda la luz,
en este ataúd
aprendí a sonreír sufriendo.

Cada libro me enseñó
que a cada página que paso
está más cerca el adiós
y más vacío el vaso.

Me beberé
hasta los fluidos de tu ser;
al menos no moriré de sed
si acaso de placer.

Puedo ser tan obsceno
como los versos de Quevedo,
ya que fue lo único que quedó
de nuestro amor enfermo.

Si te recito un soneto
con todo lo que en mi cabeza sonó
no descuelgues el teléfono
porque no respeto
a quien tanto prometió.

Textos desabridos
para quien me quiso,
aunque de haberlo sabido
nunca te hubiera querido.

Todo lo que guardo en un suspiro
contra mi conciencia arremetió;
con ganas de liarme a tiros
después de hacernos el rencor.

No me hubieras sustituido
si supieras que nadie te escribirá como yo,
y aún menos te mirará hasta quedarse dormido
o te querrá hasta el último latido de su corazón.

Ahora cargo con el peso
de un recuerdo herido,
porque sigo preso
de esos besos perdidos.

De versos escritos
que nunca te entregué,
y todo quedará en pretérito
menos quererte.

Puedo dedicarte las líneas
más sanguinarias,
pero mi poesía
llama a la nostalgia.

Hasta echar de menos
las noches más frías,
y escribirte versos tan obscenos
como que con odio te quería.


No hay comentarios:

Publicar un comentario