A duras penas
sigo caminando
en noches de luna llena
que vacío me dejaron.
No solo los bolsillos
por no ser millonario;
el dinero es secundario
rodeado de cuchillos.
Esta madrugada
yo a los grillos canto
centinelas pasadas
que ellos me enseñaron.
En el rincón más solitario,
me siento a esperarte,
sin que la tristeza se aparte
un segundo de mi lado.
Quise no crecer
para no perderte,
y me perdí al creer
que eso era suficiente.
Ahora que apenas quedan horas
para llegar a los veinte,
en mi interior aflora
el anhelo de tenerte siempre.
Solo un ápice de lo que fuiste ayer;
la mujer que dio vida a mis lápices,
con los cuales felices paisajes coloreé
y no supe de la tristeza y sus tonos frágiles.
Inocencia, no te olvides de volver;
cada febrero te espero,
añorando la niñez
donde el dolor era más efímero.
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