domingo, 7 de agosto de 2016

Apagones a la luz del ocaso.

Con la luz apagada
aprendí a ver mejor la vida,
pues jamás la vista
como el oído fue tan clara.

La realidad golpea
hasta quebrar los huesos
y todos los besos
se los llevó la marea.

La materia no se crea
ni se destruye,
solo huye
hacia otras odiseas.

Yo me volveré a equivocar
y cenizas seguirán surcando
las aguas de cada mar
en el que acabé ahogado.

En busca de nuevos amores;
 de inéditos pero repetidos fracasos;
de lápidas llenas de flores;
de apagones a la luz del ocaso.

Millones de piedras distintas
y con la misma siempre tropezamos;
yo terminaré por gastar mi tinta
en amores tan ínfimos como vanos.

La vocación de poeta
tal vez acabe por autodestruirme
pero no se escribió solo en mi libreta
cada macabro crimen.

Musa tras musa,
y puñalada tras puñalada;
a mí se me acusa
de darlo todo para no recibir nada.


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