Tus ojos son
mi mayor remanso de paz
hasta cuando soy incapaz
de mirarlos.
Me invaden los nervios
vuelven mis miedos
posteriores a lo que quedó
en mi fatídico incendio.
Ahora me derrito
por tu calor,
pero siendo hielo
conseguí vivir sin dolor.
No vendrán bomberos
si vuelvo a arder en el fuego.
Y no sé si quiero entrar al juego
de sembrarnos ardor.
Tampoco ser tu calor pasajero
en este tren sin destino aparente
porque desaparezco en agujeros negros
y prefiero que nadie lamente mi muerte.
No aferrarme a ti tal vez me condene
o lo haga y te olvides de mí cualquier viernes.
No te invitaré al baile, ven si quieres
y te daré mi corazón que puñales contiene.
No sé si me dio por perderme
o siempre anduve perdido.
Pero mi amor ya no duerme
y que lo vengues te pido.
Seré fiel a tu vértigo
si te llevo al cielo.
Y serás testigo
de lo lejos que queda el suelo.
Poco más puedo ofrecerte
si de lo demás carezco.
He muerto siete veces
y la octava vida te la dejo.
Sigo con la incertidumbre
de si noviembre
tiene la llave
que tu corazón abre.
Y en papeles
intento describirte
pero solo me sale
lo que debe doler ver marcharte.
Dejar que me marchite
una vez más
y jugar al escondite
con mi felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario