miércoles, 8 de julio de 2015

Huele a desastre.

Sintiéndome solo
contando las lágrimas
que caen por mis pómulos.
Ojalá solo fuese llanto
y no desangramiento por dentro.
Perdiendo interés en lo que ayer
significó algo, y hoy solo es letargo.
No puedo pasar un mal trago
que no acaba por más que pase el tiempo.
Buenos tiempos quedan en la memoria
y en mi autobiografía las páginas
sabrán amargas y serán oscuras.
Parece que lo malo perdura
lo bueno se va
y el tiempo no todo lo cura.
La pantalla sin brillo
porque acribilla mi mirada
una luz que resalta
entre tanta tiniebla.
Espero mensajes sentado
porque de pie me canso
ya que pueden pasar años
para recibir alguno.
Ayuno felicidad
no espero que vuelva
no volveré a probarla
al menos por ahora.
Y maldita la hora
en el que el reloj
me clavó sus agujas
en las muñecas.
Las palabras suenan huecas
mi incendio se descontrola
las cenizas se presentan
y yo sin saber si quiero una urna
o nacer de nuevo.
Lejos de aquí
de lo que hay
del cielo gris
de lo que soy.
Si me voy no me despediré
ya tuve bastante con saber
que mi fe se fue
y nadie lo evitó.
Levité para alcanzar el cielo
y me cortaron las alas
para mandarme al infierno.
Antes quise ser eterno
eso ya ni lo pienso
e intento verme muerto
para ver qué dicen estos.
Pedí a gritos ayuda
y el infinito resolvió mi duda
estos se la sudan
al igual que mis escritos.
No quise ser un mito
no creo que eso sea delito
al igual que paso ya del reto
de no estar roto.
Tanto escribir para qué
si un día quise que me leyeran
y solo me siguen tres.
Hoy solo escribo para mí
y ni siquiera me gusta.
Me frustra no ser el mejor
cuánto me dañó ser perfeccionista.
No sé si acabar el texto
o quedarme en el intento
de escribir algo bonito;
mientras ya no disfruto
con lo que hago
y cada día me siento
más distinto al resto.
Los míos divagan por
el espacio-tiempo
con la esperanza
de que alguien los anhele.
Huele a desastre
debo ser yo
y mi tristeza permanente.
Un lavado de imagen
no atraerá a la suerte.
No hay quien ordene este desorden
acorde a mi estado de ánimo.
Mi autoestima está tan bajo
que la boca del metro
es mi estómago
pues trago lo que me dicen
sin obtener algo a cambio.
Echando de menos
a mi perro y a mi gata
la dicha no se compra
con dinero.
Contemplando el firmamento
me miento sonriendo
no puede ser feliz
alguien que vuela en picado.

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