tenga la decencia de decirme
la diferencia entre el cosmos
y mis comederos de cabeza.
Infinitos ambos, y con cambios
que se producen sin cesar.
No se estresan las estrellas
por brillar, ni yo por pensar.
Y al igual que ellas, solo brillo
cuando queda oscuridad.
Me hace la noche y con ella me fundo,
nauseabundos mundos me confunden.
Aludes de preguntas sin respuesta
entran en la órbita de mi mente.
A velocidades de vértigo,
en kilómetros por segundo.
Supuro polvo de estrellas
porque creé mi mundo,
y a todo lo que gira en su entorno.
Esperando, nada retornó.
Y sigo esperando respuestas,
subiendo cuestas que cuestan;
como el Olimpo en Marte,
o como mis vueltas a la cabeza.
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